El feudo era un gran territorio formado por las tierras otorgadas por un rey o por un noble a otro señor feudal en las que trabajaban los campesinos libres y siervos a su cargo. Se transmitía de forma hereditaria, pero no podía comprarse ni venderse.
El feudo constaba de dos partes bien diferenciadas:
- La reserva señorial que era la parte de la tierra explotada para el señor y en su beneficio. En ella solía estar el castillo (o monasterio) e incluía tierras de cultivo (trabajadas por siervos), prados para el ganado y bosques donde cazar y obtener leña.
- Los mansos que eran parcelas de tierra que el señor concedía a los campesinos libres o a los siervos a cambio del pago de unas rentas (parte de la cosecha o trabajar en las tierras de la reserva). También podían haber algunas parcelas propiedad de campesinos libres (alodios)
Los bosques eran propiedad exclusiva del señor y cuando los campesinos querían cazar o buscar leña en ellos debían pedir permiso o pagar un impuesto.
En sus feudos los señores impartían justicia y cobraban impuestos. Además, los señores también cobraban impuestos a los comerciantes cuando atravesaban sus dominios (peaje) y cuando cruzaban los puentes (pontazgo) o a los campesinos por usar los molinos, hornos o cualquier otro servicio.
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