Cuando en el año 476 d. C. el imperio romano de Occidente dejó de existir, la herencia romana pervivió en el imperio romano de Oriente, más tarde conocido como imperio bizantino.
La ciudad de Constantinopla (antigua Bizancio) se convirtió en la "nueva Roma" y en la ciudad más próspera e influyente del Mediterráneo durante los siglos sucesivos. Reconstruida por el emperador Constantino, y aprovechando su enclave geográfico, Constantinopla se convirtió pronto en una copia de Roma, con su trazado, lujos y principales edificios.
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